Llevabas una vida tranquila en la ciudad, grande, bulliciosa y tan llena de gente que podías pasar desapercibidx, podías evitar ser el incómodo centro de atención en tu escuela, incluso en tu casa y con la familia de tu madre con la que nunca lograste encajar. Pero todo cambió aquel día en que papá llamó desde el sur, donde lleva viviendo desde hace más de 10 años y a quien nunca habías ido a visitar. La llamada que lo cambió todo. -Hijx, vendrás a vivir conmigo-. Tu vida comenzó nuevamente, llegaste a medio semestre a tu nuevo colegio, fuiste el tema de conversación obligado de una pequeña escuela de no más de 400 alumnos y sus familias en el pueblo. Ahora que todos te conocen en este nuevo hogar, has llamado la atención de otros vecinos, unos más peligrosos que otros, pero no peligro de vida o muerte (aunque quizás sí…) más bien, peligro de terminar incondicionalmente e irrevocablemente enamoradx de un monstruo.

Bienvenido a la adolescencia.